Hace 11 años viajé por primera vez a Napa. Recuerdo que en
una bodega me preguntaron si nuestro idioma era el portugués y si Río de
Janeiro era la capital. Pocos conocían
el Malbec y menos se imaginaban que teníamos Cabernet Sauvignon implantado en
Argentina. Solo a modo de recuerdo viajé
en esa oportunidad con Alejandro Sejanovich. Paramos en Carneros, la casa de
Lee Hudson, un lugar increíble. Lee tenia algo así como 2000 acres que había
comprado en los principio de los ’80. Su hermano se dedicó a la actividad
inmobiliaria y lo tentó en esta aventura. Compró el acre a unos u$s 3000. Hoy
está valuado en más de 300.000. Rodeado
de viñedos y bosques de alcornoques es un lugar paradisíaco, donde la gente que
cuidaba el viñedo también se dedicaba a cultivar zapallos, sandías y tomates
¡para concursos!, Recuerdo un zapallo de mas de 500 Kg . También asistí a mi
primer fiesta de la vendimia fuera de Mendoza, donde básicamente se juntaron
enólogos, viticultores, los operarios y con Mariachis mediante, se armaba la
chupandina y comida a discreción. Por aquellos tiempos teníamos muchas ganas,
ideas y solo necesitábamos probar para saber por donde estábamos. Realmente
creo que gran parte de los 98 puntos logrados en la cosecha 2004 fueron debido
a este viaje. Fue como confirmar que lo que pensábamos no estaba tan mal... Hoy
ya no se si me interesa ese puntaje, pero en aquellos tiempos la idea no me
dejaba dormir. Mi primera visita a Joseph Phelps, Caymus, a los viñedos de
tocalon, las famosas salas de degustación donde con solo presentar tu tarjeta
personal te servían todo gratis…y ese mundo perfecto de Napa creo, hoy hay un
negocio inmobiliario, ya que de otra forma no se explica la perfección de
cuento de hadas. Mención especial a
Nicolás Catena, que me llamó antes del viaje y me dijo palabras sabias, de
alguien que conoce de esto: “Tiene la oportunidad de ver y saborear lo mejor de
esa región. No se ahogue en ese mar. Enfóquese en el Cabernet y su sabor. Tiene
la oportunidad de cambiar todo” y la verdad me dio esa oportunidad. También
Laura Catena, a quien no solamente le debo por las roturas que sufrió su auto
(¡perdón!) sino los contactos y lo mejor: el presupuesto. Por algo la empresa
es lo que es. Algo muy importante al final del viaje. Me junté con Luis
Reginatto, que estaba haciendo una gira comercial. Dos anécdotas dos: Número
uno: tomamos tanto que nos olvidamos en
qué playa de estacionamiento estaba el auto en San Francisco, y se puso muy
complicado. Número dos: veíamos a gente que corría mientras nosotros, panchos,
estábamos tomando vino. En una de esas vemos a un tipo con un matafuegos y a
unos 30 metros
un auto incendiado… No me voy a olvidar nuestra pasividad ante el hecho.
(salto)
Por entonces releía a Don Sábato, casi perplejo de su reinvento en el mismo libro, su forma negativa para hacerme tener esperanza. Seguro estaba en lo trágico “Sobre héroes y tumbas”, escuchando “A brillar mi amor”. Redondos en piel recordando ese primer recital al cual pude asistir en Huracán de Parque Patricios, en Buenos Aires, a mediados de los ‘90.
(caigo)
Hace dos años viajé al primer simposio internacional de
Cabernet Sauvignon en Napa. En esa ocasión se dieron clases sobre Bordeaux, el
terruño de Napa, la geología y degustaciones verticales de los grandes vinos de
Francia y Napa Valley.
Este año invitaron a la Bodega Catena Zapata
a exponer sobre el Cabernet Sauvignon en Argentina. Fue una grata sorpresa y
sentimos orgullo, sobre todo pensando que hacia 11 años no sabían nada de
nosotros.
Esto nos pone en un nivel muy importante, ya que se le
dedicó medio día a nuestro país. La gente que participa es la más influyente en
el mundo de los vinos de primer nivel. Podías encontrar Opus One, Palmer,
Staglin, Margoux, Antinori, Marqués de Carrascal y además sus equipos técnicos,
comerciales, gente de marketing y dueños de las bodegas.
Los ejes principales de discusión fueron muy parecidos a los
que escuchamos en la última edición del Argentine Wine Award. Los niveles de
alcohol, el uso de madera, las zonificaciones, el entendimiento de las zonas,
las estadísticas de implantación de cada lugar. En principio fue muy llamativo,
pero después entendí que todo está en torno al mismo punto. La intervención del
hombre, cuánto, en qué forma y los objetivos finales; en fin, las degustaciones
de distintas añadas de estos grandes vinos, las explicaciones técnicas y las
filosofía de cultivo y elaboración dominaban las charlas.
Nuestro día llego y junto a la exposición presentamos varios
Cabernet Sauvignon de las distintas zonas de Mendoza, también Catena Alta del
año 2005 y Nicolás Catena Zapata 2009. Si bien nosotros veníamos viendo que el
nivel de nuestros vinos estaba a la
altura de las circunstancias teníamos que comprobarlo con un panel sumamente especializado.
El examen fue realmente impensado y con gran recepción. A partir de ahí se pasó
gran parte de la mañana con preguntas especificas sobre nuestro país y la
cultura de nuestra vitivinicultura.
Pensando más allá de lo vivido en este Segundo Simposio
Internacional de Cabernet Sauvignon, observé varios puntos que me gustaría
compartir para seguir discutiendo respecto a nuestro futuro como región,
siempre desde la humilde mirada de alguien que lleva poco tiempo en esta
actividad aunque eso implique toda mi (la) vida.
· - Las cosechas mejores clasificadas de Bordeaux
tenían mayor contenido de alcohol, así un Cot Esturnel podía llegar a 14,6º
mientras que los clasificados en menor valía por ellos mismos tenían alcoholes
de 13º o menos. Sumamente interesante
cuando nosotros estamos yendo como concepto a la inversa. Es más, parte
importante de mi filosofía de elaboración es bajar los alcoholes. Insisto, esto no es una visión mía, es lo que
detecté en el simposio.
· - Estas cosechas clasificadas como mejores (año
2000) no se si evolucionaron como esperábamos varios de los participantes. En
cambio, añadas denominadas regulares (1998) presentaban una increíble elegancia
y tipicidad de la zona.
· - Los vinos argentinos ya están a nivel de los
denominados first class.
· - Tenemos costos de elaboración muy parecidos,
solo que el precio promedio de la caja en EEUU es 5 a 10 veces mayor que el
nuestro. Esto nos traerá problemas graves a futuro.
· - Existe una fuerte corriente de vinos naturales,
baja intervención del hombre, en la cual Argentina podría estar muy bien
posicionada por nuestras características climatológicas
· - Y si todo el mundo está hablando de zonas… ¿es
el principio del fin del varietal? No lo veo así, pero al parecer todos prestan
mayor atención a la zona que al varietal.
Ahora yo no creo ni en el bajo ni en el alto alcohol. Si
creo en la intervención del hombre casi como dogma. Desde el momento en que
interrumpimos el medio con este monocultivo estamos dejando de lado gran parte
de lo natural, pero si es necesario mantener una ética basada en ser lo
sumamente pulcros en nuestra intervención. No dañar lo que la vid nos entrega
con tanto trabajo, ser uno natural para que de ahí surjan lo que podríamos
llamar vinos auténticos. No me gustan los vinos armados especialmente para un
cliente o un consumidor. Básicamente porque no creen en si mismos y toman un rol
o personaje que en principio no lo hace natural. No creo en la alta madera o
baja madera. Creo en la intervención acentuada por el respeto a la “no fruta”,
por llamarlo de alguna manera. En niveles que no necesariamente tengan que ver
con un balance dibujado por la
concentración debido a las sobre extracciones, sumadas a sangrías que en todo
caso perjudican en gran medida lo que llamamos vino y la real
sustentabilidad. No creo en varietales y
zonas, si creo en el hombre que dentro de una sociedad define con su ambiente
su cultura. Si algo de esto es impuesto, dibujado, no pertenece. Es una mentira
que, si bien no interesa al consumidor, debería importarle a quien elabora
esto, por su conciencia y su sueño, por ser un paracaidista camuflado de verde,
y digo verde en el estricto sentido de la moneda. No pretendo afirmar que el
dinero no importa, aseguro que junto con el vino debería ser obligación la
dignidad para ganarlo. No tengo idea que quieren decir cuando a un vino lo
llaman “honesto, natural, típico”. Sin embargo, entiendo que nuestra intervención
debe proteger a esta bebida a la que consideramos alimento y en mi caso lo
único que podría hacer en este mundo, porque otra cosa, no se.